martes, 18 de noviembre de 2008

imagenes de los adultos mayores



una familia mayor con la oportunidad de estar unida y ser feliz junto a los que quedan de sus familias




la conformidad en una persona mayor que refleja felicidad y tranquilidad al final de su vida




las energias de seguir viviendo y tener diferentes actividades, con la ilusion de ser util los ultimos años de su vida


el sufrimiento de las personas enfermas de la tercera edad por la debilidad que de los años

jueves, 13 de noviembre de 2008

Enfermedades más comunes en la tercera edad

Regularmente, la salud empieza a decaer en personas de edad avanzada, me refiero a aquellos que sobrepasan la edad de 60 años.Para mejorar y prolongar la vida de estas personas, el doctor Samuel García nos habla de los exámenes rutinarios en la edad geriátrica.Los exámenes de rutina en personas mayores de 60 años nos ayudan a prevenir las enfermedades más comunes como son: Enfermedades del cerebro vascular, como por ejemplo embolias; pulmonía; enfermedades cardiovasculares como los infartos; y por último canceres”.Además de ir periódicamente con el médico, personas de la tercera edad pueden aminorar riesgos de enfermedades con una buena alimentación abundante en verduras, carne blanca y frutas.

El ejercicio se recomienda pues disminuye los problemas de ataques cardíacos, presion, cerebro y cáncer. Por último, dejar de fumar es esencial según lo indican los últimos estudios.Hasta después de 65 años y mayores dejaban de fumar y se vio entre 1 y 2 años más de vida en promedio, en las mujeres se vio entre 1 y 3 años más.Ciertas vacunas se deben de aplicar con mayor importancia en la edad avanzada, estas son la de la influenza y la llamada Neumovax contra la pulmonía.

Otro factor que contribuye al decaimiento de la salud es la depresión la cual puede ir hasta el suicidio en ciertas personas.Claro que las hormonas si afectan, las personas se decaen, la inmunidad se disminuye. Hay muchos medicamentos que ayudan a reestablecer el balance de la serotoninaLas personas jóvenes, no deben esperar hasta los 60 años para cuidarse,.mientras más pronto practiquen buenos hábitos, mejor será el control que tengamos de nuestra salud al llegar a la tercera edad.

La tercera edad. Algunas características de la etapa.

La vejez es un proceso de cambios determinados por factores fisiológicos, anatómicos, psicológicos y sociales.
La mayoría de las definiciones sobre la vejez enfatizan el aspecto biológico y plantean que es: " un proceso progresivo desfavorable de cambio a nivel fisiológico y anatómico, producto del paso del tiempo y que concluye invariablemente con la muerte"
Para el psicólogo esta definición resulta restringida, pues su interés va más allá de considerar la vejez como una serie de fenómenos conductuales limitantes, o una mayor probabilidad de muerte.

Tradicionalmente la edad cronológica ha constituido el parámetro que determina el inicio de la vejez y se refiere a la edad calendario o número de años que un individuo ha vivido. Sin embargo, esto no constituye el mejor parámetro para determinar cuán productivo y capaz puede ser un sujeto tanto para sí mismo como con su familia y la sociedad.
En los ancianos se puede detectar diferencias individuales debido a características de la personalidad y acentuados por el cúmulo de experiencias de cada cual.
En la vejez se da una reducción de la capacidad funcional del individuo. Puede encontrarse declinación en funciones intelectuales tales como: análisis, síntesis, razonamiento aritmético, ingenio e imaginación, percepción y memoria visual inmediata.
Es importante hacer notar, que el anciano presenta menor deterioro de sus facultades intelectuales siempre y cuando se mantenga activo y productivo, cualquiera que sea la actividad laboral que realice.

En el anciano se incrementa el temor a lo desconocido, porque tener conciencia de las crecientes pérdidas físicas e intelectuales le produce un gran sentimiento de inseguridad. Estos son agravados por pautas culturales que los ubican en una posición desventajosa con respecto al adulto joven, determinando los roles que deben desempeñar.
Otras reacciones negativas que puede sufrir el anciano ante la angustia y frustración provocadas por las pérdidas son la depresión y regresión. La depresión no es necesariamente un síntoma de envejecimiento pero se relaciona con el ámbito social estrecho en que vive el anciano, el cual lo conduce al aislamiento. Esto no se debe necesariamente a que el anciano viva solo, sino a que se le dificulta entablar nuevas relaciones significativas y algunas veces se presenta una rigurosa resistencia a abordar nuevas amistades.

Si bien es cierto que todas las edades son portadoras de opiniones sociales, sin dudas la Tercera Edad constituye una etapa de la vida muy influenciada, más bien determinada por la opinión social, por la culturadonde se desenvuelve el anciano. Hasta hoy día la cultura, de una forma u otra, tiende mayoritariamente a estimular para la vejez el sentimiento de soledad, la segregación, limitaciones para la vida sexual y de pareja, y de la propia funcionalidad e integración social del anciano.
Se ha llegado a considerar además, que los elementos conformadores de identidad son tomados generalmente de los prejuicios negativos que la cultura como tendencia, ha reservado para la vejez. "Soy viejo porque ya me queda menos, soy inútil, incapaz, retirado, final."
Un resultado de depresión e inseguridad puede ser el intento del anciano por regresar a etapas anteriores de la vida. La persona dependiente e insegura en momentos de tensión tenderá a regresar a conductas infantiles y a no realizar esfuerzos constructivos para resolver los problemas.

El anciano experimenta una necesidad creciente de seguridad, en un momento de la vida en que los recursos físicos y psicológicos están en rápida decadencia. Existe un sentimiento de impotencia para satisfacer las necesidades, lo cual le provoca frustración, miedo e infelicidad.
Aún cuando el anciano evita establecer relaciones afectivas estrechas, intensifica sus vínculos con la familiacercana. Esta representa la fuente principal de ajuste socio-psicológico en el proceso de envejecimiento, debido a que es el medio que ofrece mayores posibilidades de apoyo y seguridad. El anciano debe valorarse como un individuo que posee un cúmulo preciado de experiencia que puede trasmitir a los jóvenes en el interactuar diario. Debe dársele la oportunidad de seguir siendo parte del sistemaproductivo en actividades que le permitan sentirse útil.
La familia como red social primaria es esencial en cualquier etapa de la vida, es "el primer recurso y el ultimo refugio." La familia como grupo de intermediación entre el individuo y la sociedad, constituye un determinante importante para el presente análisis de la Tercera Edad.
Con relación a la vejez como última etapa, habría que incluir los principales eventos que los autores han descrito para la misma, a saber: la viudez, la abuelita , el papel de los cuidadores del anciano y del anciano como cuidador, la jubilación, y la muerte.

De los cambios mas universales, el anciano de hoy se queja de su falta de autoridad, en el núcleo familiar dado por la independencia que van tomando los hijos, la dependencia económica del anciano hacia ellos, la imposibilidad muchas veces de realizar todas las actividades hogareñas que antes realizaba, entre otros factores.
Uno de los cambios desde el índole social que ocurren en la vejez es la jubilación. Al hombre jubilado le es mas difícil reencontrarse en el hogar, y en muchas ocasiones aparecen vivencias de soledad y de perdida de lugar. La mujerjubilada continúa su rol doméstico que antes compartía con el laboral social y vivencia como un cambio transicional más natural, la pérdida de su status social y su estancia a tiempo completo en el hogar. La jubilación constituye entonces un evento vital a considerar por la familia.
Representaciones sociales de la vejez e imagen de sí en el adulto mayor.
La vida de cada persona se enmarca y condiciona por la circunstancia histórico social en que le ha tocado vivir. Nadie vive desligado de la sociedad sino que está adscrito a un grupo, organización.
El concepto de representación social se encuentra entre los más apropiados al analizar la subjetividad humana.
Según Moscovici (1986) las representaciones sociales no serían opiniones sobre, ni imágenes de, sino más bien teorías de la ciencia colectiva sui géneris, destinadas a interpretar y construir lo real. Lo que se recibe, se reelabora y evoluciona para convertirse en un conocimiento que se utiliza en la vida cotidiana.

Las representaciones sociales son las formas del sentido común. Ellas tienen características específicas: el carácter social de su génesis, el hecho de que es compartido ampliamente y distribuido dentro de una colectividad.
Si se realiza un análisis de diferentes investigaciones que tienen de base la representación social de la vejez como las de Crespi Martins (1997) sobre la representación social acerca de la naturaleza de la vida cotidiana en la vejez, o las de Illhard (1997) sobre el viejismo en tanto prejuicios hacia las personas ancianas, puede notarse que prima una representación generalmente negativa de la vejez, cuanto más ambivalente, pero primando lo pesimista.
Esta representación que la sociedad tiene de la vejez es prejuiciosa y tiene una connotación negativa.

Analicemos, el sujeto en su interaccióncon el medio es activo, sin embargo la influencia que este ejerce sobre él tiene una enorme connotación si se analiza la representación que socialmente se tiene de la vejez, no resulta imposible encontrar ancianos optimistas y que ven la vejez como una etapa importante en sus vidas, pero para nada podríamos asombrarnos de que pueda existir un predominio de una autovaloración pesimista en la tercera edad, debido a que al estructurarse una representación a nivel social del término vejez que contenga aspectos negativos, innegablemente van a existir un abundante número de contextos de interacción donde el anciano va a entrar en contacto con comportamientos, actitudes, valoraciones, juicios que llevan implícitos esas ideas, tanto en la familia, comunidad, hospitales, en fin a nivel social, sin negar como habíamos dicho anteriormente el carácter activo del sujeto en la interiorización de los fenómenos del medio social.
La imagen de sí mismo es un aspecto importante en relación con la salud y el bienestar humano, la imagen de sí mismo como personalidad y lo que se refiere a la autovaloración.
Fernando González Rey plantea: " Desde nuestro punto de vista la autovaloración es un subsistema de la personalidad que incluye un conjunto de necesidades y motivos, junto con diversas formas de manifestaciones conscientes, la forma esencial en que se manifiestan los elementos integrantes de la autovaloración es un concepto preciso y generalizado del sujeto sobre sí mismo que integra un conjunto de cualidades, capacidades, intereses que participan activamente en la gratificación de los motivos integrantes de la tendencia orientadora de la personalidad, o sea, que están comprometidos en la realización de las aspiraciones más significativas de la persona. En este sentido el contenido de la autovaloración está emocionalmente comprometido con las principales necesidades y motivos de la personalidad y constituye expresión de los mismos."
Los hechos vitales que afectan la autovaloración de la persona producen emociones negativas muy fuertes que se equiparan y sobrepasan en ocasiones a las vivencias negativas de carácter físico.
Si se tiene oportunidad de conversar con ancianos son recurrentes las expresiones que enaltecen el pasado y oscurecen el presente tales como: " Antes cuando yo era joven… ahora que ya no sirvo para nada" , mientras que el futuro parece olvidado. En estudios realizados a adultos mayores se ha analizado que en técnicas proyectivas como el Rotter se presentan frases como : " Mi preocupación principal mi salud, si no hay salud no hay nada", "Sufro mucho", " ¿Mi futuro?...Yo soy el presente, la tercera edad es lo de ahora…en el futuro mis hijos que vivan bien. Sabemos que no somos eternos "
La representación que socialmente se tiene de la vejez influye en la actitud que se asume ante el anciano.

Las actitudes de personas hacia ellos, que pueden ir desde fomentar su dependencia hasta no hacerle mucho caso porque "está hablando demasiado sobre sus fantasías y experiencias de la infancia o juventud" debido a esa adquisición que aparece en la vejez de legar al otro, de autotrascender, influye en la imagen que el anciano construye de sí mismo, el cual al mirarse frente a un espejo nota sus arrugas, su piel menos brillosa, sus cabellos blancos.
La educación en la vejez, necesaria
Si se analizan los términos de envejecimiento normal y envejecimiento patológico, así como los factores influyentes en cada uno de estos términos podemos darnos cuenta de que existen factores biológicos, psicológicos y sociales que pueden determinar la presencia de uno u otro tipo de envejecimiento.
Haciendo referencia a los aspectos psicológicos y sociales más significativos podemos decir que en el envejecimiento normal existe desarrollo o desintegración de algunos procesos psíquicos que pueden ser compensados, buen afrontamiento al estrés , teniendo en cuenta los factores estresores que se presentan en esta etapa ( pérdida de salud, limitaciones, aislamiento , soledad ...) , autovaloración positiva , sentido de vida optimista. En el envejecimiento patológico, en este sentido, se presenta la pérdida progresiva e irreversible de procesos psíquicos, mal afrontamiento al estrés, autovaloración negativa, sentido de la vida pesimista, sentimientos de soledad y abandono.

En lo social aparece como normal la sustitución y evolución de roles, apoyo social ( familiar y comunitario) , posibilidades de autonomía, contactos familiares amistosos, existencia de actividades productivas para el anciano, discrepancias intergeneracionales no disruptivas, mientras en el envejecimiento patológico se presenta la pérdida total roles sin posibilidad de sustitución , ausencia de apoyo social, dependencia involuntaria, inactividad, aislamiento, conflictos intergeneracionales, ausencia de contactos familiares amistosos.
Debemos, entonces, cuestionarnos cuánto podemos hacer para apoyar el desarrollo del anciano en esta etapa, cuánto podemos estimular al adulto mayor para que viva esta etapa llena de cambios desde una perspectiva positiva y enriquecedora y cuanto podemos influir sobre estos factores psicológicos y sociales para lograr la aparición del envejecimiento normal.
Carl Rogers, eminente psicólogo humanista hace planteamientos, que según nuestra opinión, resultan muy importantes, expresa que lo más valioso de la personalidad sería que el sujeto experimentara una consideración positiva incondicional de sí mismo, lo que no plantearía discrepancias entre su valoración y su necesidad de consideración positiva.

Se plantea entonces la necesidad, por todo lo anteriormente planteado y reflexionando sobre las ideas de Carl Rogers, del desarrollo de un proceso de educación en la tercera edad que permita el bienestar del anciano como un ser bio- psico- social, contrarrestando posibles representaciones pesimistas de sí, dirigido además a lograr una autoestima positiva, propiciar el autodesarrollo , la autovaloración adecuada.
Refiriéndonos a las funciones psicológicas del anciano y sus posibilidades de educación, sabemos que en la vejez ocurre que los procesos psíquicos se hacen más lentos, a causa de la merma neuropsicológica que se manifiesta en esta edad. Los trastornos de la memoria, las alteraciones en el pensamiento, la percepción son superados por el interés y la motivación que pueden tener para el aprendizaje, que puede manifestarse más lento pero indudablemente será más significativo para el individuo. Se deben tener en cuenta por tanto aspectos afectivos y motivacionales para el aprendizaje.

La educación en la tercera edad debe partir de que sea ofrecida a los ancianos para conservar su autosuficiencia, la adaptación social, forma de mantener el vínculo con el desarrollo social actual. Debe sentirse informado, como un hombre de su tiempo sobre la evolución del mundo actual. Se debe tener en cuenta la profundización en la búsqueda de métodos idóneos para trasmitir mensajes que enseñen y eduquen, ajustados a la vejez. Además de esto debe demostrarse que la posibilidad de aprender en el hombre existe a lo largo de la vida, en mayor o menor grado.
Mediante la educación en la tercera edad puede lograrse que el anciano se encuentre interesado en el futuro, que se sienta parte de la sociedad, con funciones y roles sociales. Los centros de salud , centros educativos , familias , comunidades son agentes importantes que en su interacción con el anciano pueden trabajar en su estimulación y preparación en esta etapa
Las universidades del adulto mayor tienen un papel fundamental en el proceso de educación del adulto mayor y en la actitud de este hacia la vejez. Buscan crear una cultura del envejecimiento a partir de oportunidades educativas y de autodesarrollo para la tercera edad y mediante este proceso de educación la concientización en el ámbito social del valor de esta etapa.

La educación en el adulto mayor debe ser una educación para aprender a vivir , este es el tema más importante, el desarrollo de las potencialidades humanas es la tarea principal. Analizar preguntas como quién soy, explorando el autoconcepto, cómo enfrentar los problemas es una tarea que no debe olvidar la educación en el adulto mayor.
Reflexionando sobre la base de las ideas de Gustavo Torroella González Mora comparto con él algunas preguntas que llevarían una respuesta importante para el anciano y que deben tenerse en cuenta al desarrollar el proceso educativo para la vida:
Quién soy y cómo soy.
Cómo debo afrontar y resolver los problemas y frustraciones en mi relación con el mundo.
¿Qué sentido u orientación debo darle a la vida? (objetivos, metas, valores)
Es importante que se vea el proceso de educación como posibilidad de lograr salud en el anciano tanto psíquica como físicamente, como la forma de legar elementos técnicos y fomentar en ancianos conceptos y pautas de conducta, derivadas de las propias discusiones, experiencias y confrontación con otros ancianos. Esto resulta de relevancia para la conservación de la salud en el adulto mayor. Es innegable que al presentarse un estado de bienestar físico el sujeto tendrá mayores posibilidades de experimentar bienestar psicológico que si está enfermo y viceversa, de ahí que la educación en el adulto mayor deba tener en cuenta varias esferas de trabajo.
La educación del anciano es una necesidad social y debe ir dirigida al desempeño de nuevos papeles y a la búsqueda de un nuevo espacio en la sociedad.La vejez es un proceso de cambios determinados por factores fisiológicos, anatómicos, psicológicos y sociales.

La mayoría de las definiciones sobre la vejez enfatizan el aspecto biológico y plantean que es: " un proceso progresivo desfavorable de cambio a nivel fisiológico y anatómico, producto del paso del tiempo y que concluye invariablemente con la muerte"
Para el psicólogo esta definición resulta restringida, pues su interés va más allá de considerar la vejez como una serie de fenómenos conductuales limitantes, o una mayor probabilidad de muerte.
Tradicionalmente la edad cronológica ha constituido el parámetro que determina el inicio de la vejez y se refiere a la edad calendario o número de años que un individuo ha vivido. Sin embargo, esto no constituye el mejor parámetro para determinar cuán productivo y capaz puede ser un sujeto tanto para sí mismo como con su familia y la sociedad.
En los ancianos se puede detectar diferencias individuales debido a características de la personalidad y acentuados por el cúmulo de experiencias de cada cual.
En la vejez se da una reducción de la capacidad funcional del individuo. Puede encontrarse declinación en funciones intelectuales tales como: análisis, síntesis, razonamiento aritmético, ingenio e imaginación, percepción y memoria visual inmediata.

Es importante hacer notar, que el anciano presenta menor deterioro de sus facultades intelectuales siempre y cuando se mantenga activo y productivo, cualquiera que sea la actividad laboral que realice.
En el anciano se incrementa el temor a lo desconocido, porque tener conciencia de las crecientes pérdidas físicas e intelectuales le produce un gran sentimiento de inseguridad. Estos son agravados por pautas culturales que los ubican en una posición desventajosa con respecto al adulto joven, determinando los roles que deben desempeñar.
Otras reacciones negativas que puede sufrir el anciano ante la angustia y frustración provocadas por las pérdidas son la depresión y regresión. La depresión no es necesariamente un síntoma de envejecimiento pero se relaciona con el ámbito social estrecho en que vive el anciano, el cual lo conduce al aislamiento. Esto no se debe necesariamente a que el anciano viva solo, sino a que se le dificulta entablar nuevas relaciones significativas y algunas veces se presenta una rigurosa resistencia a abordar nuevas amistades.

Si bien es cierto que todas las edades son portadoras de opiniones sociales, sin dudas la Tercera Edad constituye una etapa de la vida muy influenciada, más bien determinada por la opinión social, por la culturadonde se desenvuelve el anciano. Hasta hoy día la cultura, de una forma u otra, tiende mayoritariamente a estimular para la vejez el sentimiento de soledad, la segregación, limitaciones para la vida sexual y de pareja, y de la propia funcionalidad e integración social del anciano.
Se ha llegado a considerar además, que los elementos conformadores de identidad son tomados generalmente de los prejuicios negativos que la cultura como tendencia, ha reservado para la vejez. "Soy viejo porque ya me queda menos, soy inútil, incapaz, retirado, final."
Un resultado de depresión e inseguridad puede ser el intento del anciano por regresar a etapas anteriores de la vida. La persona dependiente e insegura en momentos de tensión tenderá a regresar a conductas infantiles y a no realizar esfuerzos constructivos para resolver los problemas.
El anciano experimenta una necesidad creciente de seguridad, en un momento de la vida en que los recursos físicos y psicológicos están en rápida decadencia. Existe un sentimiento de impotencia para satisfacer las necesidades, lo cual le provoca frustración, miedo e infelicidad.

Aún cuando el anciano evita establecer relaciones afectivas estrechas, intensifica sus vínculos con la familiacercana. Esta representa la fuente principal de ajuste socio-psicológico en el proceso de envejecimiento, debido a que es el medio que ofrece mayores posibilidades de apoyo y seguridad.
El anciano debe valorarse como un individuo que posee un cúmulo preciado de experiencia que puede trasmitir a los jóvenes en el interactuar diario. Debe dársele la oportunidad de seguir siendo parte del sistemaproductivo en actividades que le permitan sentirse útil.
La familia como red social primaria es esencial en cualquier etapa de la vida, es "el primer recurso y el ultimo refugio." La familia como grupo de intermediación entre el individuo y la sociedad, constituye un determinante importante para el presente análisis de la Tercera Edad.
Con relación a la vejez como última etapa, habría que incluir los principales eventos que los autores han descrito para la misma, a saber: la viudez, la abuelita , el papel de los cuidadores del anciano y del anciano como cuidador, la jubilación, y la muerte.

De los cambios mas universales, el anciano de hoy se queja de su falta de autoridad, en el núcleo familiar dado por la independencia que van tomando los hijos, la dependencia económica del anciano hacia ellos, la imposibilidad muchas veces de realizar todas las actividades hogareñas que antes realizaba, entre otros factores.
Uno de los cambios desde el índole social que ocurren en la vejez es la jubilación. Al hombre jubilado le es mas difícil reencontrarse en el hogar, y en muchas ocasiones aparecen vivencias de soledad y de perdida de lugar. La mujerjubilada continúa su rol doméstico que antes compartía con el laboral social y vivencia como un cambio transicional más natural, la pérdida de su status social y su estancia a tiempo completo en el hogar. La jubilación constituye entonces un evento vital a considerar por la familia.

Representaciones sociales de la vejez e imagen de sí en el adulto mayor.
La vida de cada persona se enmarca y condiciona por la circunstancia histórico social en que le ha tocado vivir. Nadie vive desligado de la sociedad sino que está adscrito a un grupo, organización.
El concepto de representación social se encuentra entre los más apropiados al analizar la subjetividad humana.
Según Moscovici (1986) las representaciones sociales no serían opiniones sobre, ni imágenes de, sino más bien teorías de la ciencia colectiva sui géneris, destinadas a interpretar y construir lo real. Lo que se recibe, se reelabora y evoluciona para convertirse en un conocimiento que se utiliza en la vida cotidiana.
Las representaciones sociales son las formas del sentido común. Ellas tienen características específicas: el carácter social de su génesis, el hecho de que es compartido ampliamente y distribuido dentro de una colectividad.

Si se realiza un análisis de diferentes investigaciones que tienen de base la representación social de la vejez como las de Crespi Martins (1997) sobre la representación social acerca de la naturaleza de la vida cotidiana en la vejez, o las de Illhard (1997) sobre el viejismo en tanto prejuicios hacia las personas ancianas, puede notarse que prima una representación generalmente negativa de la vejez, cuanto más ambivalente, pero primando lo pesimista.
Esta representación que la sociedad tiene de la vejez es prejuiciosa y tiene una connotación negativa.
Analicemos, el sujeto en su interaccióncon el medio es activo, sin embargo la influencia que este ejerce sobre él tiene una enorme connotación si se analiza la representación que socialmente se tiene de la vejez, no resulta imposible encontrar ancianos optimistas y que ven la vejez como una etapa importante en sus vidas, pero para nada podríamos asombrarnos de que pueda existir un predominio de una autovaloración pesimista en la tercera edad, debido a que al estructurarse una representación a nivel social del término vejez que contenga aspectos negativos, innegablemente van a existir un abundante número de contextos de interacción donde el anciano va a entrar en contacto con comportamientos, actitudes, valoraciones, juicios que llevan implícitos esas ideas, tanto en la familia, comunidad, hospitales, en fin a nivel social, sin negar como habíamos dicho anteriormente el carácter activo del sujeto en la interiorización de los fenómenos del medio social.

La imagen de sí mismo es un aspecto importante en relación con la salud y el bienestar humano, la imagen de sí mismo como personalidad y lo que se refiere a la autovaloración.
Fernando González Rey plantea: " Desde nuestro punto de vista la autovaloración es un subsistema de la personalidad que incluye un conjunto de necesidades y motivos, junto con diversas formas de manifestaciones conscientes, la forma esencial en que se manifiestan los elementos integrantes de la autovaloración es un concepto preciso y generalizado del sujeto sobre sí mismo que integra un conjunto de cualidades, capacidades, intereses que participan activamente en la gratificación de los motivos integrantes de la tendencia orientadora de la personalidad, o sea, que están comprometidos en la realización de las aspiraciones más significativas de la persona. En este sentido el contenido de la autovaloración está emocionalmente comprometido con las principales necesidades y motivos de la personalidad y constituye expresión de los mismos."
Los hechos vitales que afectan la autovaloración de la persona producen emociones negativas muy fuertes que se equiparan y sobrepasan en ocasiones a las vivencias negativas de carácter físico.

Si se tiene oportunidad de conversar con ancianos son recurrentes las expresiones que enaltecen el pasado y oscurecen el presente tales como: " Antes cuando yo era joven… ahora que ya no sirvo para nada" , mientras que el futuro parece olvidado. En estudios realizados a adultos mayores se ha analizado que en técnicas proyectivas como el Rotter se presentan frases como : " Mi preocupación principal mi salud, si no hay salud no hay nada", "Sufro mucho", " ¿Mi futuro?...Yo soy el presente, la tercera edad es lo de ahora…en el futuro mis hijos que vivan bien. Sabemos que no somos eternos "
La representación que socialmente se tiene de la vejez influye en la actitud que se asume ante el anciano.
Las actitudes de personas hacia ellos, que pueden ir desde fomentar su dependencia hasta no hacerle mucho caso porque "está hablando demasiado sobre sus fantasías y experiencias de la infancia o juventud" debido a esa adquisición que aparece en la vejez de legar al otro, de autotrascender, influye en la imagen que el anciano construye de sí mismo, el cual al mirarse frente a un espejo nota sus arrugas, su piel menos brillosa, sus cabellos blancos.
La educación en la vejez, necesaria.

Si se analizan los términos de envejecimiento normal y envejecimiento patológico, así como los factores influyentes en cada uno de estos términos podemos darnos cuenta de que existen factores biológicos, psicológicos y sociales que pueden determinar la presencia de uno u otro tipo de envejecimiento.
Haciendo referencia a los aspectos psicológicos y sociales más significativos podemos decir que en el envejecimiento normal existe desarrollo o desintegración de algunos procesos psíquicos que pueden ser compensados, buen afrontamiento al estrés , teniendo en cuenta los factores estresores que se presentan en esta etapa ( pérdida de salud, limitaciones, aislamiento , soledad ...) , autovaloración positiva , sentido de vida optimista. En el envejecimiento patológico, en este sentido, se presenta la pérdida progresiva e irreversible de procesos psíquicos, mal afrontamiento al estrés, autovaloración negativa, sentido de la vida pesimista, sentimientos de soledad y abandono.
En lo social aparece como normal la sustitución y evolución de roles, apoyo social ( familiar y comunitario) , posibilidades de autonomía, contactos familiares amistosos, existencia de actividades productivas para el anciano, discrepancias intergeneracionales no disruptivas, mientras en el envejecimiento patológico se presenta la pérdida total roles sin posibilidad de sustitución , ausencia de apoyo social, dependencia involuntaria, inactividad, aislamiento, conflictos intergeneracionales, ausencia de contactos familiares amistosos.

Debemos, entonces, cuestionarnos cuánto podemos hacer para apoyar el desarrollo del anciano en esta etapa, cuánto podemos estimular al adulto mayor para que viva esta etapa llena de cambios desde una perspectiva positiva y enriquecedora y cuanto podemos influir sobre estos factores psicológicos y sociales para lograr la aparición del envejecimiento normal.
Carl Rogers, eminente psicólogo humanista hace planteamientos, que según nuestra opinión, resultan muy importantes, expresa que lo más valioso de la personalidad sería que el sujeto experimentara una consideración positiva incondicional de sí mismo, lo que no plantearía discrepancias entre su valoración y su necesidad de consideración positiva.

Se plantea entonces la necesidad, por todo lo anteriormente planteado y reflexionando sobre las ideas de Carl Rogers, del desarrollo de un proceso de educación en la tercera edad que permita el bienestar del anciano como un ser bio- psico- social, contrarrestando posibles representaciones pesimistas de sí, dirigido además a lograr una autoestima positiva, propiciar el autodesarrollo , la autovaloración adecuada.
Refiriéndonos a las funciones psicológicas del anciano y sus posibilidades de educación, sabemos que en la vejez ocurre que los procesos psíquicos se hacen más lentos, a causa de la merma neuropsicológica que se manifiesta en esta edad. Los trastornos de la memoria, las alteraciones en el pensamiento, la percepción son superados por el interés y la motivación que pueden tener para el aprendizaje, que puede manifestarse más lento pero indudablemente será más significativo para el individuo. Se deben tener en cuenta por tanto aspectos afectivos y motivacionales para el aprendizaje.

La educación en la tercera edad debe partir de que sea ofrecida a los ancianos para conservar su autosuficiencia, la adaptación social, forma de mantener el vínculo con el desarrollo social actual. Debe sentirse informado, como un hombre de su tiempo sobre la evolución del mundo actual. Se debe tener en cuenta la profundización en la búsqueda de métodos idóneos para trasmitir mensajes que enseñen y eduquen, ajustados a la vejez. Además de esto debe demostrarse que la posibilidad de aprender en el hombre existe a lo largo de la vida, en mayor o menor grado.
Mediante la educación en la tercera edad puede lograrse que el anciano se encuentre interesado en el futuro, que se sienta parte de la sociedad, con funciones y roles sociales. Los centros de salud , centros educativos , familias , comunidades son agentes importantes que en su interacción con el anciano pueden trabajar en su estimulación y preparación en esta etapa
Las universidades del adulto mayor tienen un papel fundamental en el proceso de educación del adulto mayor y en la actitud de este hacia la vejez. Buscan crear una cultura del envejecimiento a partir de oportunidades educativas y de autodesarrollo para la tercera edad y mediante este proceso de educación la concientización en el ámbito social del valor de esta etapa.

La educación en el adulto mayor debe ser una educación para aprender a vivir , este es el tema más importante, el desarrollo de las potencialidades humanas es la tarea principal. Analizar preguntas como quién soy, explorando el autoconcepto, cómo enfrentar los problemas es una tarea que no debe olvidar la educación en el adulto mayor.
Reflexionando sobre la base de las ideas de Gustavo Torroella González Mora comparto con él algunas preguntas que llevarían una respuesta importante para el anciano y que deben tenerse en cuenta al desarrollar el proceso educativo para la vida:
Quién soy y cómo soy.
Cómo debo afrontar y resolver los problemas y frustraciones en mi relación con el mundo.
¿Qué sentido u orientación debo darle a la vida? (objetivos, metas, valores)
Es importante que se vea el proceso de educación como posibilidad de lograr salud en el anciano tanto psíquica como físicamente, como la forma de legar elementos técnicos y fomentar en ancianos conceptos y pautas de conducta, derivadas de las propias discusiones, experiencias y confrontación con otros ancianos. Esto resulta de relevancia para la conservación de la salud en el adulto mayor. Es innegable que al presentarse un estado de bienestar físico el sujeto tendrá mayores posibilidades de experimentar bienestar psicológico que si está enfermo y viceversa, de ahí que la educación en el adulto mayor deba tener en cuenta varias esferas de trabajo.
La educación del anciano es una necesidad social y debe ir dirigida al desempeño de nuevos papeles y a la búsqueda de un nuevo espacio en la sociedad.

El fallo de el plan de vida

Una persona va tejiendo y destejiendo, a lo largo de su vida, proyectos a medida que corrige imposibilidades y cambios de orientación. Pero en la madurez suele haber un mayor aclaramiento respecto a lo que se desea de la vida.

El diseño de los deseos más importantes que se seleccionan, pretenden responder a las facetas humanas que más importantes son para el sujeto: confort material, vida amorosa, profesional, socio-cultural. Cada una de estas áreas ocupa un lugar en su vida cotidiana, y por lo tanto su bienestar depende de varios frentes a la vez.

Claro que presentamos un ideal, una especie de hombre renacentista muy completo. Nos interesa señalar cómo una persona planifica una vida rica y bien integrada para entender el caso contrario, en el que la planificación se limita a sólo alguna faceta, y puede que hasta mal.

Las sensaciones de intensidad y placer provienen del éxito en la realización de las distintas expectativas de la vida. Si una persona planifica mal, al llegar a la vejez se encuentra vacío y empobrecido, con una penosa impresión de fracaso.

El éxito vital, por tanto, viene ligado a la integración social de la persona en múltiples roles. Lo contrario de integración es aislamiento, soledad. Se trata aquí de una soledad que proviene de haber calculado corto, de no haber cuidado de ambicionar múltiples intereses vitales. Así, muchas personas no dan importancia a las relaciones sociales fuera de las familiares, o no se preocupan de la calidad de sus vínculos intrafamiliares, o no tienen otros intereses que los de su trabajo, o viven su tiempo libre en el aturdimiento de la modorra. Tener proyectos entre manos es una fuente de motivación, interés y vitalidad. Lo contrario es convertir la vida en algo insulso y rutinario.

Especial relevancia tendrán aquellos que impliquen relaciones con los demás: intereses recreativos, culturales, cuidado de las amistades, intensas y profundas, ricas relaciones familiares... Este tipo de proyectos que llamaremos de "calidad humana" están llenos de dificultades, y por milagro o por inercia nunca aparecen: el cultivo de la amistad, la lucha por la comunicación y el entendimiento familiar, la dificultad de llevar adelante con firmeza intereses sociales y culturales, implica soportar ciertos riesgos y esfuerzos a los que muchos renuncian por comodidad, pereza, derrotismo; en nombre de alivios o bien placeres inmediatos, o por capricho, que más tarde resultan placeres efímeros o incluso conducen a la soledad y al agravamiento del deterioro en la vejez.

Hay un grupo reducido de personas a las que en vez de faltarles los planes vitales por quedarse cortos de cálculo, tienen dificultades de carácter, como excesiva timidez, impaciencia, egoísmo rematado, irascibilidad, intolerancia despótica, etc. A lo largo de este capítulo juega un papel relevante la cultura. La pobreza, en un sentido amplio, se ve agrandada por el desinterés general de la sociedad en inculcar a sus miembros, valores que se escapen de lo estrictamente económico o profesional.

Resulta chocante que podamos viajar a planetas que se encuentran a millones de kilómetros de nosotros, sin haber logrado entendernos con nuestros familiares, amigos y vecinos, y aún a duras penas sepamos disfrutar de nuestra vida.

(ii) El fallo de las estrategias

Cuando el sujeto tiene objetivos claros, y está motivado para realizarlos, puede fracasar a la hora de llevarlos a cabo. Por ejemplo, en el momento de la jubilación o finalizamiento de las obligaciones familiares, una persona puede tener una serie de planes ideales: dará más importancia a los amigos, reemprenderá aficiones relegadas, etc. Pero se atasca a la hora de conseguir amigos con los que mantener una relación afectivamente cálida, o no acierta con las actividades adecuadas, o no calcula suficientemente bien las condiciones que le plantean los demás. En suma, puede resultar al anciano y al jubilado tan difícil realizar sus aspiraciones como al adolescente integrarse en el mundo adulto.

(iii) fallo de los otros y el derrumbe físico

Particularmente trágico resulta en la vejez las separaciones que le imponen las circunstancias. La muerte de familiares y amigos, la vida independiente de los hijos, vuelven imposible la realización de los planes vitales previstos.

La muerte de un ser querido le obliga al anciano a dar un vuelco en sus costumbres, expectativas y necesidades afectivas. Es fácil que se sienta indefenso y derrotado. Algunos ancianos se prohíben a si mismos el hacerse ningún tipo de ilusión, censurándose en sus pensamientos cuando deseen nuevas relaciones afectivas. Lo mismo cabe decir en lo que hace referencia a las necesidades sexuales y de pareja.

Comenzar nuevas amistades resulta una empresa que para ellos tiene dos filos: por una parte, se necesita invertir tiempo y esfuerzo, pero por otra, es la única alternativa de vida afectiva y social que queda. Esta dificultad hace que muchos se abandonen a una soledad más o menos asumida.

El anciano, también se ve rechazado por los demás por el mero hecho de ser viejos, como un negro es objeto de prejuicios raciales. Por ello, se las tiene que ingeniar para buscarse los ambientes adecuados y en los que pueda resurgir de las tragedias en una atmósfera de calidez.

Capítulo aparte requeriría al aislamiento debido al deterioro físico o a las limitaciones de una postración por enfermedad, que viene a agravar el panorama que hemos delineado.

Algunos ancianos tienen una vivencia depresiva frente a las limitaciones que provoca una edad avanzada, o la cercanía de la muerte; renuncian a la posible riqueza que podrían obtener rebelándose en lo posible, apostando por una especie de quietud en la que piensan que no sufrirán, aunque no suele dar el resultado perseguido sino que suele agravar la situación.

La soledad en la tercera edad

Ser uno mismo quiere decir, al mismo tiempo, no ser otro. Es distinguirse entre Yo y Tu. Por consiguiente, nunca hubiéramos llegado a ser nosotros mismo sin los demás.
Todo ello resulta obvio si pensamos que debemos nuestra existencia a nuestros progenitores, y por extensión, al conjunto de la sociedad. Nuestro mundo es de socios, mundo social, y en él estamos rodeados de las posibilidades y realidades que nos envuelven. Nuestra vida se hace impensable sin un entorno que la alimente y proporciona una razón de ser.
El sentido de nuestra vida, el placer y la satisfacción, dependen del hilo de nuestras relaciones con los demás. De ese ir y volver de los otros a nuestros deseos y de estos a los otros.
Claro está que el camino de ida y regreso, el constante intercambio con nuestro medio social, puede ser fácil y exitoso, o bien conflictivo y frustrante. Cuando las relaciones con los demás fallan, sólo tenemos el movimiento de retorno, de repliegue sobre nosotros mismos, y entonces, nuestro aislamiento es triste, doloroso e incluso torturante.
Cuando las relaciones sociales se rasgan, se trunca a la par la ilusión de vivir, inundando a la persona que no sale de sí misma, con una angustia que le corroe.
El sujeto que no se vierte al exterior, que no se manifiesta, guardándose su mundo íntimo, sus anhelos y preocupaciones para sí, acaba teniendo para los demás una semi-existencia: se le puede responder con amabilidad y cortesía, pero la relación con ella es hueca, evanescente, no deja huella ni conmociona. tampoco a la persona se sirven en una situación así, tales conversaciones superficiales ni los formalismos educados, tópicos y formales. Se siente vacío, nostálgico, y en su fuero interno experimenta tristeza. Incluso en ocasiones se pregunta a sí mismo si existe o es una marioneta sin la fuerza y la garra de las personas auténticas y verdaderas.
A medida que pasa el tiempo, la soledad se acentúa en forma de acritud y desaliento. El sujeto sólo habla lo imprescindible, si es que alguna vez cruza palabra con alguien al que no tiene otro remedio que hablar. Contra más reconcentrado en sí mismo y hostil al mundo se vuelve, más lacerante es la nostalgia de relaciones humanas cálidas, pero mayor la parálisis que le embarga para emprenderlas.
La mirada del solitario pasa de la hostilidad a un mundo que parece haberle abandonado a su suerte como una especie de castigo injusto por un delito que no se sabe cual es, hasta una mirada desolada que espera aún algún milagro. Estas últimas especies de llamadas de socorro no suelen surtir ningún efecto, o peor, provocan la reacción contraria a la ansiada.
El solitario emite, para los que le ven, una especie de tufo mortal que les hace sentir un religioso temor y recelo. Tal suspicacia del espectador al que se dirige en potencia el solitario con la mirada (a menudo está tan solo que no mira de frente, sino cuando sabe que no es observado, de reojo, o disimulado entre la multitud, u oculto) desespera al solitario más si cabe.
Desearía atraer a los otros, acercarlos, que se volcarán sobre él, y ve que los espanta con esa sobre-dosis de necesidad.
La gente no quiere hacerse cargo de sus dificultades y carencias, esperan que el solitario haga el esfuerzo de superarse y lugar por ser aceptado, "como hace todo el mundo".
Hay un profundo desacuerdo entre lo que el solitario pide con la mirada, y lo que los otros estarían dispuestos a hacer sólo si se cumplen los requisitos corrientes de reciprocidad de vínculos (en los que el que más quiere, por ejemplo, es el primero que tiene que pedir e insistir que se le dé un extra).
Desde la perspectiva del solitario lo que se le exige para ser aceptado y querido es abusivo, es una crueldad, y en ese sentimiento de injusticia basa su despecho, y centra allí el pretexto para no intentarlo. Pero a no tardar, la necesidad de compañía, de calor humano, le vuelve a girar el círculo donde está aprisionado.
Bajo el punto de vista de las personas integradas, la reciprocidad y la norma de que quien pide han de tomar la iniciativa, son intocables. El que se rige por tales pautas en su vida corriente, da y recibe en una proporción que le parece la justa (de lo contrario protesta y lucha hasta conseguir su equilibrio). Intuye que el solitario le va a pedir más de lo que le dará a cambio. Lo ve como un pozo sin fondo, que no va a saber contenerse y tenerle suficientemente en cuenta, y piensa algo así: primero que se modere, que se calme, y después todo lo que quiera. Está mal dispuesto a darle un crédito a fondo perdido.
La persona integrada, al pensar de esta manera, puede ser egoísta en exceso, pero también puede no serlo especialmente. Esto es, en lo que toca a su prójimo está dispuesto a dar, pero en lo que respecta a sí mismo quiere tratarse bien, tan bien como el solitario le gustaría que le tratasen, o mejor aún, de una manera equilibrada.
La persona necesitada puede pedir aquel tipo de cosas que quien quiere que se las dé está dispuesto a concedérselas respetándose a sí mismo, y no ayudar tanto que luego sea él mismo el necesitado.
El problema, aparte del egoísmo, suele consistir en que el que pide, más que pedir suele exigir, ordenar o presionar con alguna suerte de rencoroso chantaje, con lo cual ataca la versión de dignidad del posible donador, que para dar necesita sentirse libre, ser generoso a su aire. Las relaciones amistosas nunca podrán tratarse con la obligatoriedad que conllevan las comerciales.
Cuáles son las causas de esa discordia entre el sujeto y su mundo? Vamos a encontrarlas como resultados de sucesivos fracasos en los planes del sujeto. Puede ser que falle el plan mismo, los medios para lograrlo o las personas con las que contaba. Analicémoslo un poco:

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Depresion en la tercera edad

Hace algún tiempo, se pensaba que las mujeres eran particularmente susceptibles a la depresión cuando los hijos se iban de la casa y ellas enfrentaban el "síndrome del nido vacío", sintiendo una pérdida profunda de propósito e identidad. Sin embargo, los estudios científicos no demuestran un aumento de depresión en las mujeres en esta etapa de la vida. Al igual que en los grupos más jóvenes, más mujeres que hombres padecen de depresión en la vejez. Similarmente, en todas las edades, el no estar casado (incluyendo la viudez) es un factor de riesgo para la depresión. Lo más importante es que la depresión no se debe considerar como una consecuencia normal de los problemas físicos, sociales y económicos que se enfrentan en la tercera edad. De hecho, hay estudios que muestran que la mayoría de las personas adultas se sienten satisfechas con su vida.Cientos de miles de personas quedan viudas cada año. En su mayoría estas personas son mujeres de mayor edad, y presentan un cuadro de síntomas depresivos bien variado. La mayoría no necesita tratamiento, pero aquellas con tristeza moderada o severa parecen mejorarse al asistir a grupos de apoyo o recibir otros tratamientos psicosociales. Sin embargo, una tercera parte de las personas viudas, sean hombres o mujeres, tienen un episodio de depresión grave en el primer mes luego de la muerte del cónyuge, y la mitad de éstas permanecen clínicamente deprimidas por un año.Estos trastornos depresivos responden al tratamiento con antidepresivos, pero todavía se está investigando cuándo es el mejor momento para comenzar la terapia y cómo se deben combinar los medicamentos con tratamientos psicosociales.La menopausia, en general, no representa un aumento en el riesgo de la depresión. De hecho, hay estudios que han demostrado que la depresión durante la menopausia, aunque anteriormente se consideró como un trastorno específico, no es diferente a la de otras edades. Las mujeres más propensas a sufrir de depresión durante esta etapa son aquellas con un historial de episodios depresivos previos. Al comienzo de este trabajo hemos planteado un típico caso de depresión en otoño-invierno seguida de remisión en primavera y verano. Se trata en un 85% de mujeres en la tercera década de la vida con depresiones que duran unos cinco meses. En un alto porcentaje de los casos existen antecedentes de un cuadro de manía durante los meses de primavera y verano, constituyendo así lo que se denomina enfermedad afectiva bipolar.

jueves, 16 de octubre de 2008

las familias de las personas de la tercera edad

El Anciano y la Familia

En la antigüedad y hasta el comienzo del siglo XX, las familias eran más grandes, tenían mayor número de miembros, con la salvedad de que la expectativa de vida era menor. Los planes materno infantiles posibilitaban una mejor y mayor supervivencia, con lo que había mayor cantidad de jóvenes para compartir y cuidar a los ancianos.

Los hogares trigeneracionales eran comunes en nuestro país, fundamentalmente en la zona rural; los cambios sufridos en la sociedad han hecho que en la actualidad y sobre todo en la familia urbana, ésta sea de constitución nuclear: padre-madre y uno o dos hijos, convirtiéndose en hogares uní o bigeneracionales.

La familia que cuente con anciano en su seno debe pensar en una alternativa que posibilite una mejor convivencia, alternativa que se tome por lo general sin consultar los deseos de los ancianos.

Cualquiera de las alternativas consideradas procedentemente habrá de estar condicionada al tipo de familia y a que el anciano sea considerado una persona con propias decisiones y necesidades sobre su expectativa de vida. Todos estos elementos deberán servir para evaluar el estado de salud del anciano; si el anciano no quiere ser una carga para su familia y desea vivir solo, si el anciano no quiere vivir solo y busca dependencia de algún familiar, si el anciano no quiere abandonar su casa por la pérdida de su independencia que el abandono conlleva y por último si el anciano decide vivir en una residencia.